Lei en una revista que se había encuestado a 3000 británicos y se les preguntaba que es lo que les aportaba más alegría a su día. Hubo sólo 50 respuestas repetidas y las dos primeras no llaman mucho la atención: una es que la mayoría de los británicos entrevistados aseguró que el mayor placer de la vida es pasar una noche completa durmiendo sin parar y despertar totalmente descansado y la otra, claramente compartida por muchos en todo el universo, es encontrar por casualidad al menos 10 libras(unos 16 dólares) en un bolsillo. La tercera respuesta fue la que detonó la sorpresa y nos permitira reflexionar y se dara a entender el fin de esta entrada/publicación, se considero una alegría enorme estar en la cama y ser abrazado con cariño por alguien amado.
Esto me hace notar y a quien lea esto, lo cuánto y cómo nos hemos olvidado de ser felices atrapados entre la varágine de la vida moderna y el "deber ser" impuesto desde la cuna.
Sabemos y entendemos que la perfección no existe ni se puede alcanzar, pero vivimos en pos de lograrla, lo cual genera una continua frustración, baja nuestra autoestima y todo nuestro alrededor se vuelve negativo. Y asi nuestro cuerpo nunca está contento con la obligación y el deber; si se lo escucha, sabremos que no esta feliz, que se reseca y no puede dar nada de manera positiva.
Si la carrera a la perfección enferma, los pequeños placeres de la vida son el remedio. Bien, ahora dicha la palabra placer instantáneamente uno piensa “A mí me da placer comer un kilo de lado” entonces esa persona como un kilo de helado; relacionamos el placer con el escape que producen las adicciones. PERO esto no cura, sino que enferma, porque tanto la compulsión a comprar y gastar como las adicciones que llevan a la dependencias (juego, alcohol o drogas) sólo son una válvula de escape frente al exceso de estrés o una pérdida de referencias.
Entonces, ¿de qué se trata el placer?, simple, instalarse en la alegría, apreciando constantemente el instante presente, recargándonos de energía y ahuyentando la fatiga.
Tomar conciencia de la luminosidad, los ruidos, los olores, los colores mientras caminamos en medio la naturaleza, vamos al cine, leemos un buen libro, degustamos nuestro plato favorito o nos sentamos a tomar un café, permite que las emociones a través de los sentidos produzcan de inmediato que la respiración, hasta ese momento superficial y corta, se expanda, se haga profunda y se aquiete. A partir de ese mínimo gesto se dispara un mecanismo sanador que comienza con el descenso del estrés.